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Fake News: buscando la vacuna


Fake News. Son la estrella del momento. La cantidad de noticias falsas circulando por internet ha alcanzado en estos últimos meses, su punto álgido. Hay más que nunca, se habla más de ellas que nunca y, lo que es más importante, más gente que nunca da credibilidad a su contenido inventado. Estamos seguros de que todos los lectores que lean estas líneas conocen a alguien que cree que el COVID-19 fue creado por Bill Gates, por el gobierno chino, por el gobierno americano o por alguna perversa empresa farmacéutica.


Mientras tanto, casi todos los gobiernos del mundo hacen cuanto está en su mano para combatir esta oleada de desinformación. La difusión de noticias falsas se considera un hecho susceptible de incurrir en diez tipos penales diferentes, hay departamentos enteros de la policía y los servicios de inteligencia encargados de detectar, denunciar y tratar de eliminar noticias falsas en las redes y cientos de periodistas dedican su tiempo de trabajo a desmentir las fake news que más seguimiento hayan tenido. Y, aun así, todo ese esfuerzo no está funcionando. El anonimato que da internet, unido a la difusión instantánea y viral que tiene el contenido sensacionalista, convierte todos los esfuerzos realizados en meras medidas paliativas contra las fake news. Ponemos parches diariamente, pero para desmentir una noticia hacen falta horas de investigación, mientras que para inventártela bastan unos minutos. Además, para cuando la verdad sale a la luz, el daño ya está hecho. Millones de personas ya han aceptado “su verdad”, y no es fácil hacerles cambiar de idea. Para parar esta desinformación viral no valen con las medidas de contención, lo que necesitamos es una vacuna.


Y es que, las noticias falsas son, en nuestra opinión, un fenómeno que entraña dos problemas distintos y diferenciados.

El primero, que es aquel en el que está centrada toda la atención mediática y, también, en el que se centran todas las medidas gubernamentales, es la existencia de fuentes de fake news que producen una gran cantidad de ellas al día, y que inundan la red de sus historias inventadas.

Pero como decimos, hay otra cara del problema que no se está estudiando, y que es la única susceptible de dar una solución medianamente definitiva a este problema. Esta otra cara, es la cara de los usuarios consumidores de las noticias falsas. Aquellas personas que se las creen, que las retuitean y que defienden a capa y espada su veracidad contra toda lógica incluso meses después de que la fuente de la noticia haya sido eliminada.


Y este problema es incluso más grave que el primero. ¿Cómo es posible que alguien se crea que Bill Gates, uno de los filántropos más reconocidos del mundo, ha creado un laboratorio secreto en China para hacer mutar un virus mortal y así poder vender después la vacuna?

¿No atenta eso contra el sentido común?

Pues parece ser que no. Miles de personas, de todos los grupos sociales, prestan sus oídos –sin mala intención, eso sí– a noticias tan descabelladas como estas.


Pues bien, es el momento de asumir, que mientras exista un grupo tan numerosos de personas que, con voluntad o no, se crean y divulguen las fake news, éstas seguirán existiendo. Son un virus de fácil propagación, en una población que se encuentra indefensa y sin herramientas para enfrentarlas. Hay que vacunar a los ciudadanos, enseñándoles a ser críticos y a tener la capacidad de investigar las fuentes de las noticias que leen. Sólo mediante una educación concienzuda en pensamiento crítico, en argumentación, en debate y en análisis de fuentes de información, podemos derrotar a este virus. Sólo se acabarán las fake news, cuando cada ciudadano que lea una noticia sensacionalista tenga el instinto, casi automático, de buscar una corroboración de lo que ha leído, de investigar si tiene sentido y si encaja dentro del mundo en el que vivimos. Un sano escepticismo que no es ajeno a nuestra vida diaria, pero que parece abandonarnos muchas veces en lo que a acceso a información se refiere.


Desafortunadamente, esta formación no es la que se recibe en la mayoría de colegios. Se dedica una inmensa cantidad de tiempo a memorizar ríos, ciudades, fórmulas y morfología (todo ello, sin duda necesario, en su justa medida), y prácticamente nada a analizar los complejos problemas del mundo real, a entender los argumentos a favor y en contra de las polémicas actuales, a debatir sobre ideas y sobre su veracidad y, en definitiva, a preparar los cerebros de nuestros jóvenes para ser críticos y no creerse lo primero que lean en Twitter, o vean en la televisión.

¿Quiere decir esto que no debemos luchar contra las noticias falsas?

Por supuesto que no. La labor de todos los profesionales que se dedican a desmentirlas es de un valor incalculable. Pero, mientras desempeñamos esa tarea, no olvidemos que la solución final, sólo puede llegar con una vacuna. Una mente preparada, escéptica y crítica, es mucho menos vulnerable a las noticias falsas. Demos a nuestros ciudadanos del futuro, el mejor equipo para combatir la pandemia. Esa, creemos, es la idea por la todos deberíamos luchar.


Javier de la Puerta y Antonio Fabregat, Socios de Train and Talk y Campeones del Mundo de Debate

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